Medio Siglo del Descubrimiento de La Villa Romana de la Tejada

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Medio Siglo del Descubrimiento de La Villa Romana de la Tejada

Sus restos, fueron descubiertos en 1970 y, fue en octubre de ese mismo año cuando se empezó la primera de sucesivas excavaciones de los restos de este fundi o asentamiento agrícola tardorromano que gestiona hoy día la Diputación Provincial.

Este otoño se ha cumplido medio siglo del inicio de aquellas excavaciones del yacimiento arqueológico de la villa romana La Tejada, situada en Quintanilla de la Cueza, localidad del municipio de Cervatos de la Cueza, aproximadamente a medio kilómetro de la margen derecha del río Cueza, un pequeño afluente del Carrión. La Villa Romana La Tejada, como su hermana mayor de La Olmeda, en Pedrosa de la Vega, cerca de Saldaña, es un valioso testimonio del modo de vida rural que protagonizaron los grandes potientores del mundo ibérico romanizado, que explotaban los latifundios cerealistas de la meseta. Actualmente, La Tejada está cerrada al público, como todos los inviernos, para efectuar labores de limpieza y mantenimiento.villa romana la tejada

Hace ahora cinco décadas, un vecino de Quintanilla de la Cueza llamado Esteban Gonzalo Argüello comunicó a las autoridades la existencia de restos que pudieran suscitar interés, tras haberse percatado desde hacía tiempo de la presencia de «escombros, trozos de tejas, cal, piedras de construcción, fragmentos de cerámica, teselas, etcétera», en un lugar llamado Pago de Tejada, donde el vecindario del pueblo, normalmente al efectuar las labores del campo, llevaba tiempo encontrando monedas y algunos objetos, así como tejas, que revelaban la existencia de una vieja construcción en el lugar.

Al profundizar un día en uno de los surcos que dividían las fincas de aquel pago, Esteban Gonzalo Argüello encontró un buen fragmento de mosaico policromado, que rápidamente llevó al entonces presidente de la Diputación de Palencia, Guillermo Herrero Martínez de Azcoitia, licenciado en Historia y director también del Museo Arqueológico de Palencia, que pronto valoró la importancia del descubrimiento. Así cuenta los pormenores de ese hallazgo el gran arqueólogo e historiador Miguel Ángel García Guinea (Alceda, Cantabria, 1922-Mompía, Cantabria, 2012) —uno de los grandes especialistas del arte románico de España​, que entonces dirigía el prestigioso Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (1962-1987)— en La villa romana de Quintanilla de la Cueza (Palencia), libro editado en el año 2000 por la Diputación de Palencia y la Junta de Castilla y León.

El volumen, que coordinó García Guinea, es la memoria de las excavaciones arqueológicas de este yacimiento entre 1970 y 1981, que él mismo dirigió por sus vínculos con la provincia: García Guinea acababa en 1970 de concluir una primera excavación de Cildá (Olleros de Pisuerga) iniciada en 1963, financiada por la Diputación palentina, por lo que su presidente Guillermo Herrero contactó de nuevo con él para encomendarle la excavación de Quintanilla y que averiguase las posibilidades arqueológicas del descubrimiento.

Tras obtener la pertinente autorización de la Dirección General de Bellas Artes (firmada el 25 de septiembre), el 13 de octubre de 1970 comenzaron los primeros trabajos de excavación de la futura villa romana La Tejada, que se prolongaron ininterrumpidamente hasta 1979, con una pequeña parada en 1975 por la oposición del propietario de los terrenos donde debía proseguir la labor. Los trabajos se prolongaron unos doce años, con la participación de Javier Cortes, descubridor de La Olmeda, y del técnico mosaiquista Domiciano Ríos.

SU ESPLENDOR, MEDIADO EL SIGLO III. Las sucesivas excavaciones y el acondicionamiento del lugar con una cubierta y una red de pasarelas permiten disfrutar hoy de los valiosos restos de un fundi o asentamiento agrícola de la época tardorromana, cuyo origen sitúan los expertos en el siglo II, que vivió su momento de esplendor a mediados del siglo III, se mantuvo en el siguiente y comenzó a decaer ya en el siglo V. No obstante, las características de las es-tructuras que lo forman y la enorme extensión del yacimiento parecen indicar que, al menos

en cuanto a los restos visitables en la actualidad, muy bien pudiera tratarse también de las termas de una edificación relacionada con el hospedaje de viajeros en tránsito por la cercana vía romana que comunicaba Burdigala (Burdeos) con Asturica Augusta (Astorga).

El área excavada muestra tan sólo una parte de la extensión total y son visitables tres bloques de construcciones diferentes: trece habitaciones dispuestas en un eje norte-sur con muros de mampostería de piedra caliza alternando con hiladas de ladrillos; y un amplio pasillo porticado orientado de este a oeste, en cuya zona norte se disponen otras seis habitaciones pavimentadas con mosaico y otras estancias quizá destinadas al almacenamiento. La dimensión exacta del complejo no se conoce, pues aún se sigue trabajando en la excavación del yacimiento.

VARIEDAD DE MOTIVOS. La Tejada ofrece al visitante los restos de una treintena de estancias, muchas decoradas con vistosos mosaicos, espléndido conjunto musivario con elaboradas y coloridas composiciones geométricas y figurativas de temas mitológico, marino o alegórico (hojas cuatrípetas, octógonos, óvalos, esvásticas, nudos de Salomón, ajedrezados, sogueados, peces y figuras mitológicas como Neptuno y Anfítrite, Leda y el cisne, Océano rodeado de peces y delfines, o la representación en busto de las cuatro estaciones del año, etc). Las estancias principales tenían pinturas murales con decoración geométrica, vegetal o imitativa del mármol.

El visitante también puede conocer una muestra del hipocaustum, sistema de calefacción de las estancias que es el remoto antecedente de las glorias castellanas y del contemporáneo suelo radiante. Se trata de un doble suelo, con el superior asentado sobre pilares, de manera que se distribuye por debajo de los ladrillos y losetas cerámicas el calor que produce la combustión de leña, paja y otros materiales introducidos por unos hornillos.

Además de estos elementos arquitectónicos, las excavaciones del yacimiento han proporcionado restos arqueológicos interesantes, como muestras de cerámica fina de mesa, terra sigillata de los siglos III y IV (con ese término latino se denomina un característico tipo de cerámica romana de color rojo brillante) y diversas monedas acuñadas en los primeros cuatro siglos de nuestra era; parte de los cuales se exhiben de modo permanente en el Museo de Palencia.

CONSERVACIÓN IN SITU. Como subrayó García Guinea en el mencionado volumen La villa romana de Quintanilla de la Cueza (2000), acerca de la villa romana La Tejada, «en este aspecto de la conservación in situ del yacimiento arqueológico —tan necesaria para mantener el ambiente preciso, histórico y humano, de unas ruinas, evitando su traslado a las frías y desvirtuantes salas de los museos—, la Diputación de Palencia ha dado, ciertamente, ejemplo desde hace años, estableciéndose como una de las entidades pioneras en proteger los testimonios del pasado en el mismo lugar donde han aparecido».

«Ejemplo de ello —añade el historiador y arqueólogo— son las villas romanas de Pedrosa de la Vega o ésta de Quintanilla de la Cueza, que dan fe de la emoción del mismo paisaje que las vio nacer, desarrollarse y morir, y en donde las estructuras, por pobres y reducidas que aparezcan, transmiten con la mayor fuerza y verdad el modo de vivir y hacer de unas generaciones de las que únicamente queda este objetivo y arqueológico recuerdo».

García Guinea, académico de la Institución Tello Téllez de Meneses de Palencia en la última década de su vida, concluía que «la Diputación de Palencia, con idéntico criterio que el arqueólogo, ha puesto el suelo de Castilla, en lo que a ella pertenece, en disposición de evocar muy directamente todo un muy viejo pasado que ennoblece la historia de sus pueblos, un muy digno ejemplo a seguir para hacer a la misma geología transmitir ese gran pozo de humanidad que el tiempo le fue entregando».

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